Uno de los trabajos que más pueden atascarse en los entornos de trabajo escolar es el que tiene que ver con la representación de vistas y piezas tridimensionales, generalmente vinculadas a asignaturas o materias de Tecnología, el sistema diédrico.
El proceso de respuesta de las personas que no son capaces, en principio, de solucionar este tipo de problemas suele seguir un recorrido previsible (en cursiva los posibles antídotos):
1º Visión muy superficial del problema – Es fundamental que el profesor explique para qué sirven en la práctica estos ejercicios: fabricar objetos, para arquitectura… para dibujar a escala; es un código de representación/comunicación.
2º Decisión: «es muy difícil» – Hacerlo cotidiano. Ver primero mesas, sillas… análisis del entorno.
3º Bloqueo. En esta fase, es muy difícil reconducir respuestas positivas – Paciencia, constancia, no presionar con el resultado…
4º Rechazo. Desagrado ante el trabajo – Hacerlo divertido, interactivo, creativo… ¿se puede? sí.
HACER PARTÍCIPE AL ALUMNO IMPLICADO EN UN PROCESO VIVENCIAL «DE JUEGO»
1º El profesor hace piezas físicas, progresivamente más complicadas. ¿Material? espuma de floristería.
2º El alumno coge las piezas, las ve, las toca, les da vueltas… no se cansa de mirarlas antes de intentar dibujarlas; período largo, que se acostumbre a las vistas.
3º Ver – Manipular – Dibujar.
4º Dejar que el alumno haga las propias piezas, contactar con las formas de manera creativa (como escultor).
Alrededor de tres o cuatro sesiones de hora y media después, el alumno habrá mejorado ostensiblemente la respuesta a los problemas de representación diédrica